En mi vida he leído pocas
obras literarias; por ello, me considero casi inexperto en el tema. He
preferido dedicar mi tiempo libre para la lectura y el estudio a las obras
relacionadas con mi profesión o con alguno de mis múltiples temas de interés:
libros de gramática, lingüística, ciencia (tanto técnicos como divulgativos),
música, historia, política, economía... Y ello no es porque no me guste la
literatura; me gusta, y mucho. Pero el tiempo es limitado, aunque he tenido
muchas épocas en que he pasado "de los teoremas a los poemas" o
viceversa.
Sin embargo, existe un motivo
que ha provocado en mí una cierta prevención hacia la narrativa literaria: en
muchas ocasiones, bajo el envoltorio engañoso de un título atractivo y
sugerente o de un autor famoso o consagrado, se ha escondido, cual manzana
emponzoñada, una historia cuya temática, desarrollo o desenlace han chocado con
mi sensibilidad vital, me han decepcionado profundamente o me han dejado un
sabor de boca amargo y desagradable.
Y es que yo, como creo que la
mayoría de las personas, prefiero los finales felices a los desgraciados, el
amor al odio, la felicidad a la decepción, la vida a la muerte, la risa al
llanto, el placer al dolor, la comedia a la tragedia, lo bueno a lo ruin, lo
bello a lo feo, los héroes (o heroínas) a los villanos... Y no me avergüenzo de
decirlo. Algunos me calificarán de ingenuo, o me dirán que el arte intenta
reproducir la vida; pero yo contestaré que en la vida también existe amor,
felicidad, risa, belleza, amistad, sentimientos positivos, alegría, esperanza e
ilusión. De desgracias, ya el destino nos adjudicará nuestra cuota inevitable;
y desde luego, ya sé que "dentro de cien años todos estaremos
calvos", pero no necesito ni me apetece que me lo recuerden en cada
página.
Ciertamente, la tragedia
tiene un lugar en el arte, y puede llegar a emocionarnos, sobre todo cuando
sirve de soporte, en la ópera, a una música exquisita; pero al menos yo
necesito que el desenlace trágico se derive como consecuencia inevitable de las
circunstancias del personaje o del ambiente que le rodea, y no de la mala
voluntad deliberada e injustificada del autor. Y la prefiero "a pequeñas
dosis", es decir, en el teatro o en la ópera, mejor que en una narración
larga. La expresión de la tristeza puede llegar a ser sublime en la poesía
lírica o en la elegía, si va acompañada de una búsqueda de belleza o perfección
en la forma. Pero lo que no soporto son las plañideras eternamente quejumbrosas
del desamor, y además descuidadas en la expresión. Y mucho menos aguanto que,
en una novela de centenares de páginas, el autor vomite sobre mí, como lector,
sus frustraciones, su amargura o su odio hacia el género humano, o castigue a
sus personajes, y de paso nos castigue a nosotros los lectores, con el
"inevitable" fracaso, suicidio, muerte prematura, asesinato, accidente
fatal o cualquiera de los males imaginables producto patentado de la mente de
su creador, sobre todo cuando el desenlace podría haber sido completamente
distinto sin que la historia perdiese un ápice de interés.
Me complazco en las historias
que tratan de personas y de relaciones humanas. Pero añoro las que ofrecen sus
aspectos enriquecedores; las que exaltan el amor, la amistad, el sacrificio
solidario; las que ofrecen una perspectiva positiva y esperanzadora de la vida;
las que narran un proceso de superación personal; las que, en definitiva, nos
dejan un buen sabor de boca. Respeto todos los gustos y opiniones, pero expreso
sin pudor los míos: los autores que pretenden hacer de sus novelas tesis
doctorales sobre "la inutilidad de la vida", sobre "la
desolación del hombre contemporáneo", etc., no son "aptos para
José". Ya sé que quizá dejo fuera a numerosos "autores
importantes", muchas "obras cumbres de la literatura", etc., y
quizá géneros enteros. No me importa; seguro que hay otros tantos autores y
obras, igualmente "importantes" y "cumbres", que sí que son
"toleradas para mí".
Por ello, hace unos años que
hice, medio en broma, una clasificación (o puntuación) personal de las
narraciones literarias basadas en mis gustos y preferencias personales, desde
el punto de vista de lo que podríamos llamar su "contenido vital". Esta
clasificación no pretende juzgar ni tiene nada que ver con la calidad literaria
de las obras; su único objetivo era pedir a mis amigos que me orientasen o me
recomendasen obras que fuesen "toleradas" o "aptas" para
mí, en el sentido que explicaba anteriormente, es decir, que pudiesen gustarme.
Os la expongo a continuación, con ejemplos de algunas obras famosas entre las que
he leído y que responden a lo que quiero decir. Una obra literaria puede ser:
5. Optimista: los
protagonistas triunfan o superan las dificultades. Los "buenos" ganan
y los "malos" (si los hay) son vencidos. Comedias agradables o dramas
con final feliz. Novelas sentimentales, históricas, de aventuras, etc., que
respondan a esta descripción. Ej.: Los
novios (Manzoni), Crónica del rey
pasmado (Torrente Ballester), La
historia del sitio de Lisboa (Saramago), Pepita Jiménez (Juan Valera).
4. Positiva: aunque no pueda
clasificarse como "novela rosa" y pueda tener algún elemento de
tristeza o nostalgia, expresa una visión general positiva de la vida y de las
relaciones humanas, con elementos y desenlace gratificantes para los personajes
y los lectores. Ej.: El amor en los
tiempos del cólera (García Márquez), Corazón
tan blanco (Javier Marías), Los
pilares de la Tierra (Ken Follett).
3. Neutra: narración no
marcada en cuanto a visión optimista o pesimista: Puede tener un final ambiguo,
ambivalente o indiferente que quiera expresar un desenlace realista. Expresa
una visión general no necesariamente trágica en que de cierta manera al menos
algunos personajes positivos encuentren alguna compensación o esperanza. Puede
haber elementos trágicos, pero con algún contrapunto positivo en ciertos
aspectos o personajes. Ej.: La plaça del
diamant (Redoreda), La barraca
(Blasco Ibáñez), Tiempos difíciles
(Dickens), La romana (Moravia), El Quijote (Cervantes), Les liaisons dangereuses (Choderlos de Laclos),...
2. Trágica justificada. Los
personajes principales fracasan o llegan a un final trágico que se presenta
como consecuencia necesaria e inevitable de las circunstancias sociales,
familiares, personales, etc., que el autor quiere remarcar o denunciar, o de
los condicionamientos morales de la época. Implica una visión trágica no exenta
de heroicidad o de grandeza, pero no necesariamente amarga. Entrarían en este
apartado la mayoría de las tragedias del teatro clásico y de la ópera; entre
las novelas, podríamos citar Cañas y
barro (Blasco Ibáñez), Madame Bovary
(Flaubert)...
1. Amarga. El desarrollo y el
desenlace trágicos, aunque puedan no carecer de lógica o coherencia con el
relato, no son necesarios y podrían haber sido diferentes sin que la historia
perdiese interés o grandiosidad, de manera que son una consecuencia deliberada
de una visión amarga y pesimista del autor, al menos en el momento o en la
intención de escribir la obra. La elección del tema y de los personajes, o bien
el final, son marcadamente negros, y producen una sensación de decepción y de
frustración en el lector. Huir. Ej.: La
magnitud de la tragèdia (Quim Monzó), Notre
Dame de Paris (Victor Hugo), El árbol
de la ciencia (Pío Baroja).
Desde luego, a una obra, para
considerarla como lectura potencial, le pido calidad literaria; en este punto,
no tengo más remedio que fiarme de las recomendaciones de los manuales, de las
reseñas de los expertos, de las críticas, de los amigos que la han leído, etc.
Pero en cuanto a mis preferencias, está claro que descienden a lo largo de la
escala clasificatoria vital que he expuesto. Desde luego, soy consciente de que
quizá no hay porcentualmente muchas obras, sobre todo en la literatura actual,
con calidad suficiente y que puedan encuadrarse en el grupo 5 (optimistas); las
que existen son gemas especialmente brillantes. Me conformo con las de los
grupos 4 (positivas) o quizá el 3 (neutras), sobre todo si su temática me
interesa. Respecto al grupo 2 (trágicas justificadas), las admito bien en el
teatro o en la ópera; pero en la novela han de ser obras que tengan una alta
calidad para que me hayan gustado (como las de los ejemplos citados), o bien
que me interesen por su tema, su celebridad o por su carácter de obras "de
necesaria lectura" para que me sienta atraído para leerlas. Y las del
grupo 1 se resumen, para mí, en la palabra "huir", independientemente
de su calidad o fama.
Saludos, novelas que me gustaron i se acercan a tus gustos serían el Nombre del Viento de Patrick Rothfuss i La Rueda del Tiempo
ResponderEliminarGracias por tu información
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